sábado, 24 de noviembre de 2007

Ese momento...


Era un día como cualquier otro, no había nada interesante alrededor, ni nada capaz de lograr desviar su atención. Su mente estaba inmersa en ese mundo desconocido, la mirada perdida, y la cara llena de dudas, cómo aquel que desea no ser molestado. Se levantó de la silla en la cual había pasado por lo menos 2 horas sin hacer nada que no fuera pensar. Recorrío la amplia habitación apenas iluminada por un débil rayo de sol que entraba por la ventana que esta situada exactamente a la izquierda de una cama que poseía un colchon viejo y descepcionante hasta para descansar, caminó y caminó por espacio de 9 minutos, su rostro realmente era tétrico, cómo si no expresara nada; y en realidad no lo hacía, todo se lo guardaba para él. De la bolsa derecha de su pantalón de pana sacó un encendedor que tenía la marca de alguna cerveza impresa en él; de la bolsa que tenía su camisa, vieja y desgastada, sacó una cajetilla de cigarros, de la cuál tomó uno, lo pusó en su boca, y con la mano derecha lo encendío. Tomó de la mesita de los recuerdos, ubicada al costado derecho de la cama, una Coca Cola de lata, la destapó; y empezó a consumir el cigarro, y empezó a beber de la lata; por espacio de 7 minutos no hizó otra cosa más que terminar con el tabaco, mientras que a cada bocanada de humo seguía un largo trago de refresco. Acto seguido tomó la sabana que se encontraba encima de la cama, una sabana roída por el tiempo, y triste como el panorama que se veía en aquel lugar; el joven se recostó cubriéndose con ella y su mirada se fijó en el techo. No pasó mucho tiempo antes de que algo o alguien hiciera que se levantará de súbito de la cama; corrío al baño, se echó agua en la cara y salío a la calle. Fué en ese momento cuando decidío ser feliz.

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